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Nacional

Contra los atascos en las grandes ciudades, impuestos medievales

Nacional

16 de Julio de 2018

Contra los atascos en las grandes ciudades, impuestos medievales

Los atascos en Barcelona hacen que un vehículo tarde el 31% más de tiempo en hacer su desplazamiento en comparación con una situación de tráfico fluido, según datos de TomTom. En Madrid, esta cifra es del 25%.

El coste económico anual derivado de esta pérdida de tiempo es de 175,5 millones de euros en Barcelona y de 187,5 millones de euros en Madrid. Aunque, según el Deloitte City Mobility Index, Barcelona es la sexta ciudad con mejor sistema de movilidad urbana a nivel mundial, reducir la congestión y la contaminación es uno de los principales retos que tienen que afrontar las grandes ciudades.

PAGAR POR CIRCULAR

Pero ¿cuál es la mejor fórmula para conseguirlo? Pues parece que mirar al pasado, a los impuestos de portazgo, pontazgos y otros que había que pagar para atravesar la puerta de entrada a una ciudad o para cruzar un río sobre las piedras de un puente.

El profesor colaborador de los Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) Ricardo Flores-Fillol apuesta claramente por los peajes de congestión. Esta medida consiste en reducir el tráfico mediante un sistema de precios.

“Son eficientes porque los usuarios que más valoran la infraestructura son los que la acaban pagando”, considera Flores-Fillol, que añade que también son eficaces “porque reducen el tráfico desde el momento en el que se implantan”. Otro argumento a favor de los peajes de congestión, según el experto, es que “no son regresivos si están bien diseñados”. Según apunta, su importe suele ser bajo (por ejemplo, en Estocolmo es de entre uno y dos euros), “implican un cierto ahorro en carburante gracias a la disminución de los atascos” y “generan recursos que pueden destinarse a mejorar el transporte público o a políticas sociales progresivas”.

Como todos los peajes, Flores-Fillol admite que puede tratarse de una medida impopular. Sin embargo, confía en que, una vez implantados, la población los acepte. “Las experiencias de otras ciudades muestran que los peajes de congestión son socialmente aceptados a medio plazo, una vez que la población experimenta sus efectos positivos”, afirma el experto. Lo mismo considera el también profesor colaborador de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC Xavier Fageda, que recuerda que ya funcionan de forma muy positiva en ciudades como Milán, Estocolmo, Londres, Gotemburgo o Singapur, entre otras. “Es cierto que tradicionalmente los peajes son impopulares, pero cuando se observen sus beneficios la gente se adaptará”, insiste Fageda.

Ambos expertos reivindican que “el efecto de la ausencia de atascos sobre la contaminación atmosférica también se apreciaría rápidamente”. En cuanto al importe óptimo del peaje de congestión, proponen fijar un precio muy bajo en una fase de prueba y evaluar cuál es el efecto de la reducción de tráfico sobre la congestión vial. “A partir de ahí, puede ir ajustándose el importe, si es necesario, hasta conseguir un tráfico fluido de acceso al centro de las ciudades”, insisten.

Peajes aparte, otras medidas para reducir la congestión de las ciudades son invertir en infraestructuras o aplicar medidas restrictivas de tráfico, entre las que destacan las zonas de bajas emisiones y las restricciones basadas en el número de matrícula. “En lugares con infraestructuras maduras, las nuevas inversiones implican costes muy elevados con una baja rentabilidad social”. Además, aseguran, suelen ser poco eficaces porque la nueva oferta genera una demanda adicional que perpetúa la congestión y la contaminación.

En cuanto a las zonas de bajas emisiones y las restricciones basadas en el número de matrícula, los autores comentan que son medidas enfocadas al problema de la contaminación atmosférica, mientras que los peajes de congestión intentan atacar de forma primordial el problema de los atascos. Para Flores-Fillol y Fageda, las medidas restrictivas de tráfico basadas en el número de matrícula “tienen muchos problemas. Son indiscriminadas, porque no tienen en cuenta la valoración del viaje que tiene cada conductor; son ineficaces a medio plazo, porque generan incentivos a la compra de un segundo coche con una matrícula diferente, y son regresivas, porque solo la población con un nivel de renta más elevado puede permitirse la compra de otro vehículo”, defienden. Con las zonas de bajas emisiones consideran que ocurre exactamente lo mismo: generan incentivos a la compra de coches ‘limpios’, pero esto no resuelve el problema de la congestión vial. Los efectos regresivos también son evidentes.

En cuanto a contaminación atmosférica, tanto Barcelona como Madrid tienen en la actualidad un registro de emisiones de partículas contaminantes que supera el valor guía que establece la Organización Mundial de la Salud. Estos niveles de contaminación implican un incremento de la mortalidad y de la afección de enfermedades respiratorias y cardiovasculares que afectan especialmente a la población más vulnerable. Es evidente que tomar medidas al respecto es urgente.

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