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Editorial

Donaciones con carisma: un bien común

Editorial

13 de Julio de 2015

Donaciones con carisma: un bien común

En una sociedad donde casi todo va enfocado a comercializarse, la llegada de una donación es considerada como ayuda humanitaria. La donación llevada a cabo en nuestros días está mirada de dos formas: el donador se alegra de ello, y al donatario se le ensanchan las perceptivas (empezando por el patrimonio familiar y terminando por las donaciones sociales).

Hace nueve años que en nuestro hogar recibimos una donación anónima: un trasplante de células madre para tratar un cáncer. Gracias a ese desinteresado gesto mi familia sigue estando integra, haciéndonos valorar este tipo de donaciones  sin duda alguna.

Somos muchas las personas que agradecen o van a agradecer de por vida las donaciones. Pensemos en las que lo hicieron de manera universal: como la científica Marie Curie; o luchadores por la paz, como el pensador Mahatma Gandhi, o la beata Teresa de Calcuta. La humanidad está en deuda permanente con todas aquellas personas que donaron para contribuir a hacer un mundo mejor.

 Cuando recibimos una donación muchos solemos preguntarnos: “¿qué es lo que le ha inducido a tomar una decisión tan importante?”, en el caso de un donador universal . La definición que nos viene de la Real Academia, es la siguiente: Liberalidad de alguien que transmite gratuitamente algo que le pertenece a favor de otra persona que lo acepta.

Pudiera ser que haya dejado su estela al beneficio humano, una vez alcanzado su objetivo moral, intelectual... ¿Y por qué otra persona no lo hace? Quizás haya objetivos prioritarios que dificulten la donación para que alcance a ser un bien común: el objetivo bien pudiera ser económico, político, etc.

La llamada del dinero, del poder..., hace que el hombre no se sienta colmado, que ambicione o dificulte espacios vecinales, caminos que hubieran podido dar lugar a un próspero despertar social. El camino de la cultura, que hoy nos ocupa, también tiene sus matices.

Existen personas que acumulan sin medida, e incluso se les estropean artículos que a otras les están haciendo falta. Una iniciativa actual para solventar este problema es el trueque, llevándose a cabo, a través de redes sociales, siendo otra forma de cubrir las necesidades.

Francisco Huerto Romero, Gerente de Carisma libros, es un hombre que está hecho de esa clase de pasta.  Él nos ha dicho textualmente que antes de su jubilación, tomó la decisión de donar el fondo editorial de Carisma a las bibliotecas de Extremadura; para ello se puso en contacto con la Consejería de cultura de la Junta de Extremadura, la cual aceptó, y así comenzó a entregar los libros a la Consejería. (Muchos fondos de Clubes de Lectura están hechos con donaciones de escritores).

No obstante, cuando la donación supera los trescientos mil euros (unos 50 millones de las antiguas pesetas) la cosa cambia: tan generosa acción puede llegar a alcanzar connotaciones de bien social, debido a un tipo de entrega que no se viene haciendo todos los días. Es por lo tanto  menester explicar el origen de dicha donación, ganada con el sudor de toda una vida laboral, traída y llevada por las distintas bibliotecas y principales ferias del libro en Extremadura. Una vida nada fácil, que llevó a Francisco, hoy jubilado, varias veces al precipicio: primero a la quiebra económica, de la cual se recuperó; y segundo, a la pérdida de la salud, debido a un cáncer de pulmón en constante vigilancia.

Huerto Romero, un hombre doblemente tocado por la vida, además de diabético y con un solo riñón, nos está dando un claro ejemplo de generosidad, fortaleza y sencillez. Eso me lleva a dilucidar que cualquiera que esté atravesando unas circunstancias parecidas, puede ayudar a los demás; sobre todo los que estamos sanos, máxime cuando se nos pudren los argumentos para ni tan siquiera ofrecer la más tímida sonrisa.

Quizás nos lleguen donaciones a nuestras manos, como las que hizo en su día el gran escritor Jesús Sánchez Adalid, entre otras. Llegado ese momento puede que algunos despierten del gran letargo del egoísmo y, mirando todos al cielo, al fin se agradezca merecidamente ese bien sociocultural que nos ilusionó a muchos e hizo más agradable nuestras vidas: gracias a los donadores. (Gracias a lo que depositaste en su día, Carisma Libros).

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