En honor a los Amigos
28 de Junio de 2015
En la ciudad de Badajoz la preocupación general por el patrimonio histórico es muy posterior a la llegada de la democracia a España. No quiere eso decir que nunca hubiera un grupo de ciudadanos más o menos afines al mundo de la cultura y con inquietud por los problemas que se iban presentando en una ciudad intelectualmente deprimida y con poco interés por su pasado. No. Pero carecían de una influencia decisiva y no estaban organizados, aunque se les escuchaba en las esferas locales.
Una vez inventada la Junta se les miró con desconfianza por sus vinculaciones, no siempre tan profundas, con el tardofranquismo. Su núcleo duro lo formaban Julio Cienfuegos, Manuel Terrón, Francisco Pedraja y Carmelo Solís. En absoluto adoptaron posiciones reivindicativas, pero eso no quiere decir que no consiguieran éxitos notables en algunas de sus pretensiones. Sin ellos no podrían explicarse, por ejemplo, la rehabilitación del palacio de los condes de la
Roca, para convertirlo en sede del Museo Arqueológico Provincial, como respuesta al hecho de que todos los objetos de importancia aparecidos en la provincia acababan en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid. No los de Mérida. Mérida era otra cosa. Siempre se la trató de otra manera y, mal que bien, lo encontrado allí conseguía quedarse.
Al mismo grupo de personas – se reunían todos los días en la antigua cervecería El Águila, en un extremo de la barra, y los llamaban “El Rincón de la Cultura” – se deben también las gestiones que llevaron a practicar excavaciones científicas en la Alcazaba. Eran lo que eran, pero eso habría que agradecérselo públicamente.
El interés de la ciudad por su patrimonio es de los años noventa del siglo XX, más a finales que a comienzos. El fenómeno puede explicarse por el avance general del país, por la aparición de una nueva generación que comenzaba a salir más y por el abandono en que se tenía a los monumentos locales, especialmente a la Alcazaba – muchos la llamaban aún El Castillo -.
El movimiento ciudadano, pujante en otras ciudades, tardó muchísimo en arraigar aquí y, cuando lo hizo, fue en un tono muy suave y, por qué no decirlo, muy conciliador. Aunque lo pretendido, no era independiente y estaba muy penetrado por los poderes políticos. ¡Cómo no iba a estarlo si todo lo subvencionaba una administración u otra!.
El aldabonazo lo dieron Amigos de Badajoz, que no pueden considerarse propiamente un movimiento reivindicativo. Pedían cosas razonables y no muy caras, ni política, ni económicamente, y pretendían la recuperación de eso que llamaban tradiciones. En realidad, casi todas rozaban más el folclore que la Etnografía. Pero ellos, poco habituados – la mayoría – al estudio en profundidad de la Historia, solían coger el rábano por las hojas y atribuían a muchas cosas una importancia de la que carecían. Eran localistas y bienintencionados, pero alguno de sus mentores jugaba a dos barajas y, desde un lugar de la Junta, se oponía a casi todo y los utilizaba en función de ideas ultraconservacionistas, cuando no reaccionarias. Todo era protegible, porque así había sido siempre, como argumento máximo.
El mayor acierto, y el mayor fracaso de los Amigos fue el asunto del llamado “Cubo”, de la entonces facultad de Biblioteconomía. Acierto, por denunciar un hecho que no era falso. Fracaso, porque, en su origen, de lo que se trataba – la mayoría de los socios creían que era por otra cosa – era de atacar a la Junta, regida entonces por el PSOE. En realidad el proyecto que dio origen a la demanda fue un batiburrillo en el que, entre todos la mataron y ella sola se murió.
La obra, iniciada con buenos augurios, pronto se enfrentó con problemas – tardó en llegar la licencia municipal, empezaron a aparecer restos arqueológicos que, a criterio de la empresa adjudicataria, encarecían la obra y, además, la retrasaban y los arquitectos querían destruirlos porque, desde su refinada concepción de la Arquitectura, no merecían la pena – y acabó como una pelea generalizada de todos contra todos. Con una empresa aprovechada – no saben ustedes las lumbreras intelectuales que la habitaban -, una universidad escéptica, y hasta contraria, y dos consejeros enfrentados. Y una oposición a la Junta – no digo Ayuntamiento exactamente – a la que algo le salió mal y la piedra le cayó sobre su propio tejado.
Los Amigos pusieron una denuncia. Luego ya fue sólo cuestión de “sostenella y no enmendalla” y sin duda lo hicieron con eficacia. Se les llamó de todo y no siempre con razón. Y ellos respondieron como pudieron, generalmente con torpeza. Nunca me he explicado por qué a pesar de haber conseguido que el fallo judicial condenase al Ayuntamiento, eran bondadosamente tratados por él. El talante del olimpo municipal era otro.
Pasado el tiempo brotaron en Badajoz otros movimientos sociales, no digo vecinales. Ya tenían el camino desbrozado gracias al trabajo, que fue mucho, de los Amigos. Algo cambió en el Ayuntamiento – quizás el alcalde – y, como aquí todos nos conocemos y todo tiene componentes personales, ya no se veía a los Amigos con tan buenos ojos. O no los veían las nuevas autoridades. Ellos tampoco eran los mismos. Estaban cansados, decepcionados. Se creían injustamente tratados por la opinión pública. Ya no tenían el mismo tirón. Los dejó su presidente y ya nada fue igual.
A partir de entonces pasaron a ejercer la oposición de otro modo. Perdieron terreno, pero se hicieron más técnicos. Se quedaron sin mentor. Ahora son otra cosa. Ya no los defensores, a pecho descubierto, del patrimonio de Badajoz. Siguen siendo representativos en la medida en que las agrupaciones vecinales más próximas al Casco Antiguo no lo son o se mueven por intereses personalistas. A Amigos de Badajoz, con sus aciertos y sus errores, la ciudad les debe mucho. Aunque no siempre hayamos estado de acuerdo con ellos. Y a pesar de parecerse más, en muchas ocasiones, a una cofradía o a una comisión de festejos, pendón incluido.
Ellos supieron catalizar el interés de mucha gente y crearon opinión. Y eso es de agradecer en una ciudad tan abúlica como esta, con o sin Cubo. Hicieron historia. Pequeña historia local. Quizás sean más importantes por lo que provocaron que por lo que consiguieron.
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