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OPINIÓN: El desastre de la atención primaria en tiempos de Covid

15 de Diciembre de 2020

OPINIÓN: Atención primaria en tiempos de Covid

Con unas consultas ya sobrecargadas que no salen en los medios, la gestión de esta pandemia se ha intentado hacer a coste cero.

En algunas autonomías, se ha hecho recaer sobre las profesionales de AP, aparte de una mayor carga burocrática de la que ya había, labores descoordinadas que deberían estar a cargo de Salud Pública.

El seguimiento y rastreo de casos, así como la gestión de la pandemia, habría sido muy diferente si contáramos con una estructura de Salud Pública fuerte.

Durante los primeros meses, se tuvo que cambiar toda la forma de actuación y atención sanitaria. Eran necesarias las citas no presenciales ya que por situación epidemiológica no se podía garantizar distancia de seguridad en las atestadas salas de espera. La masificación los hubiera convertido en focos de contagio masivo entre pacientes no precisamente sanos. Esto supone que toda consulta debe pasar un filtro telefónico previo para organizar la atención y evitar riesgos innecesarios.

Partíamos de agendas de entre 50 y 100 pacientes por profesional y día en muchos centros, lo que hacía imposible ver en muchas ocasiones a los pacientes en el día, vulnerando terriblemente la accesibilidad de los pacientes al sistema, ya de por si con serias dificultades a la hora de acceder a su cita telefónica por bloqueo de las insuficientes líneas existentes.

Desde tiempos inmemoriales ha existido la consulta telefónica. Incluso muchos pacientes la prefieren porque evitan tener que acudir al centro evitando el desplazamiento. Hay de hecho pacientes que llaman a su médico desde su lugar de vacaciones… Muchas gestiones y seguimientos no precisan atención presencial, y pueden ser solucionados satisfactoriamente para los pacientes.

Cuando de diagnosticar se trata, es preciso no solo escuchar, sino explorar al paciente. No hacerlo, puede generar en muchas ocasiones errores que pueden conllevar efectos adversos fatales. Pero es necesario poder diferenciar no solo la urgencia, sino la necesidad de diagnóstico.

En estos momentos, el cribaje telefónico nos permite distinguir no solo la necesidad de presencialidad, sino la urgencia de la misma. No daremos el mismo valor a un dolor en el pecho, que, a unos mocos sin fiebre, tos, ni dolor de cabeza…Poder organizar la consulta en tramos horarios que separen lo infeccioso del resto de dolencias, es imprescindible en tiempos de pandemia y además, es un trabajo añadido al que ya se venía haciendo, es un trabajo de triaje para el que están cualificado el personal de enfermería y un trabajo administrativo que están realizando médicos cuya formación y funciones son otras.

Muy en contra de la opinión general, el cribaje telefónico añade carga de trabajo, enlentece el trabajo y lo complica. No trabajamos menos así. Pero es necesario. Lo que antes era añadido continuamente a la agenda de trabajo, porque el paciente expresaba como “urgente” a conveniencia, ahora es filtrado por criterio de necesidad. Pero si un paciente llega al centro con una urgencia vital, nadie le va a pedir que se vaya a casa y espere la llamada. La demostración de que esto es sí la tenemos en hechos muy sencillos: mayor concentración de «demanda urgente” al salir de clase o antes de entrar al trabajo.

En las urgencias de Atención Continuada, los días que hay “partido de futbol del siglo” las urgencias se concentran antes o después, pero raramente durante (solo si son verdaderas…).

Lo ocurrido en estos meses era lo esperable dado quien gestiona el sistema. Se ha hecho lo contrario de lo que dicta el sentido común. No se ha actuado aplicando los principios básicos de la epidemiologia, dejando que la epidemia avance, diríamos que, en una planificación suicida, hasta el punto de que todo se ha centrado en soluciones hospitalcentristas, más caras y con peores resultados en número de muertes y de secuelas perfectamente prevenibles. Países con un presupuesto mucho menor han gestionado mejor la epidemia.

Nos encontramos en la segunda ola, tras 9 meses de abandono por parte de las administraciones, con unas plantillas exhaustas, que incluso se han reducido en muchos centros debido a bajas, jubilaciones y abandonos, lo que ha deteriorado más la situación. Algunos estamos trabajando muchos días 2-3 horas más gratuitamente, solo para conseguir seguir atendiendo pacientes o haciendo seguimiento y rastreo de sospechosos. También los efectos colaterales. El personal de primaria fue el primero en fallecer. A nivel médico, siendo menos de una cuarta parte del total de los médicos del SNS, más de la mitad de los médicos fallecidos en la primera ola fueron médicos de primaria.

El bulo de que los centros de atención primaria están cerrados solo puede ser alimentado por aquellos interesados en el crecimiento de los seguros privados. Ni los centros de atención primaria están cerrados, ni los hospitales lo están. Muchos pacientes llevan meses esperando una consulta con el especialista, que ha sido anulada y se encuentran en un limbo, ya que han sido excluidos de la lista de espera. Pero no por ello podemos afirmar que los hospitales están cerrados o blindados. Entendemos que están desbordados y nuestros compañerxs están viendo a pacientes más prioritarios. Ellos también se han tenido que adaptar para garantizar el mantenimiento de la asistencia sanitaria. Y recordemos, que al hospital llega lo que nosotros filtramos. Pero nadie filtra en Primaria.

Al sistema, que busca la degradación de la AP, la desaparición e inexistencia de un sistema de proximidad, participativa y comunitaria (que casi ya ha destruido) le beneficia enormemente promover el distanciamiento entre pacientes y profesionales de la sanidad. Hay sectores a los que les interesa poner en evidencia el compromiso de los profesionales con los pacientes. Les interesa hacer la vista gorda con aquellos profesionales que no hacen su trabajo (ni antes del Covid ni ahora). Por eso nuestra ira y frustración va dirigida contra políticos y gestores de todo pelaje, nunca hacia la población.

POR: Coordinadora Antiprivatización de la Sanidad.