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OPINIÓN: Un miserable grifo en el portal

19 de Abril de 2020

OPINIÓN: Un miserable grifo en el portal

La solución del alcalde de Badajoz a ocho familias de Suerte de Saavedra, tras 33 días de confinamiento y sin agua corriente, ha sido ponerles un miserable grifo en el portal. Para ese viaje no hacían falta alforjas.

Han hecho falta 33 días en estado de alarma por una pandemia mundial para que el alcalde Fragoso se haya dignado a ponerles un grifo de obra en el portal a las familias que ocupan las antiguas viviendas de la Guardia Civil en Suerte Saavedra. Un solo grifo para ocho familias, incluidos los doce chiquillos y chiquillas que sobreviven allí. Y yo me pregunto: ¿cómo piensa el señor alcalde que van a lavar la ropa? ¿Harán la comida con el agua que salga de esa goma? ¿Cómo se van a duchar? ¿Cómo se las lavarán las manos adecuadamente?

Porque hasta ese gesto de abrir el grifo que todas hacemos automáticamente para lavarnos las manos 700 veces diarias en estos días de coronavirus, se convierte para ellas en un privilegio soñado, aunque en realidad sea un derecho que este alcalde les niega.

Y encima Fragoso las culpa. A estas madres les dice que “no olvida”, con ese desprecio que se entrevé en sus palabras, como si a alguien le gustase verse en la calle tirada con sus hijos. O como si fuese un chollo acarrear, día tras día durante casi tres años, garrafas de agua con la que lavarse un poco y hacer la comida.

Ha hecho falta que yo misma registre en nombre de mi grupo municipal varios escritos dirigidos a él, que ponga una queja al Defensor del Pueblo, que me dirija al Ministerio del Interior y al Gobierno, que todos estos organismos respondan que “es únicamente competencia del alcalde” y que no necesita permiso de nadie para facilitar el acceso al agua corriente y potable.

También ha hecho falta que Amnistía Internacional le diga al alcalde de Badajoz, públicamente y en privado, que se están vulnerando los Derechos Humanos de estas personas, y que FACUA emita un comunicado, y que se quejen y lo denuncien varios colectivos y asociaciones vecinales, incluso que nos hayamos visto forzadas a llevarlo al juzgado. Y todo ello para que al final acabe poniendo, un mes después, un miserable grifo en el portal.

Si su excusa era que no podía intervenir en un piso sin autorización del propietario (anteponiendo un simple reglamento municipal de aguas a todo un Real Decreto, dicho sea de paso) ya un juez le ha comunicado que sí que puede y que, además, debe hacerlo

¿Por qué persiste el señor alcalde en seguir incumpliendo ese Real Decreto publicado con motivo del estado de alarma? Esa Ley dice que el ayuntamiento tiene que garantizar un suministro de agua domiciliario. Y “domiciliario” significa que llegue a sus hogares, no a su portal. Para ser el señor alcalde tan literal con la normativa en otras cuestiones, ésta al parecer se le ha escapado.

¿Qué es entonces lo que le impide ahora llevar el agua hasta las mismas viviendas? ¿Será la prepotencia y no dar su brazo a torcer, o será que el alcalde está anteponiendo sus odios y prejuicios en lugar de mostrar el mínimo de empatía imprescindible en un dirigente político en estos tiempos inciertos?

Un amigo me da la clave, y creo que no anda desencaminado: el problema se llama aporofobia, la "animosidad, hostilidad y aversión, respecto de las zonas o barrios carenciados y respecto de las personas pobres". La verdad es que el consumo de agua va a ser el mismo con un grifo en el portal que permitiendo que salga por el grifo de los pisos, pero el alcalde prefiere hacerlo de la manera más humillante hacia los más pobres. Imagino que su razonamiento ha sido: ya que me veo obligado a llevaros el agua hasta vuestros hogares, al menos vais a tener que bajar con cubos a por ella.

Aún resuenan en nuestros oídos las palabras del relator de la ONU que, tras su visita a nuestro país, y después de pasar también por nuestra ciudad, nos sacó los colores diciendo literalmente que “aquí había personas viviendo como animales”. Que el coronavirus no nos haga olvidarlo.

Pero eso al alcalde no le preocupa. Tenía que haber actuado en este asunto desde el minuto uno, pero tenía otras prioridades. Quizás olvidó que la prioridad siempre deben ser las personas, en especial las más vulnerables, máxime en medio de una emergencia sanitaria. Pero para ello este alcalde debe convencerse antes de que no hay personas de segunda, ni de tercera, aunque él se crea superior.

Decía el Papa Francisco esta Semana Santa en su encíclica de urgencia que “defender a los pobres no es ser comunista, es el centro del Evangelio”. Y advertía: “No seremos juzgados por los viajes que hacemos o por nuestra relevancia social, sino por nuestra relación con los pobres. Sobre esto seremos juzgados”.

Le recomiendo al alcalde y a quienes defienden su actuación que se lean la encíclica del Papa del pasado Lunes Santo, y su defensa de los “ocupas”, que son los nuevos rostros de la pobreza. Aunque lo que verdaderamente hace falta es que el alcalde se lea el Real Decreto del Gobierno. Y que lo cumpla.

“Miserable” es una palabra con múltiples acepciones y, lamentablemente, lo más “miserable” de esta historia no es precisamente el grifo.

POR: Erika Cadenas, concejala y portavoz de Unidas Podemos Badajoz