Aficionados prácticos taurinos tentaron en Ecuextre
22 de Junio de 2013
Por Domingo Cáceres Almeida
Los diestros Ignacio Moreno de Terry y Santiago Ambel Posada dirigieron como colofón a las actividades de la tarde del viernes de Ecuextre un tentadero para aficionados prácticos taurinos en el coso portátil instalado en el recinto ferial de IFEBA.
Moreno de Terry, uno de los responsables del Club Internacional de Aficionados Prácticos junto a otros nombres importantes Eduardo Dávila Miura o Rafael Peralta, fue el maestro de ceremonias y el encargado de impartir la clase práctica para estos aficionados, que como dijo en su intervención inicial: "no quieren ser figuras del toreo pero sí quieren experimentar la emoción de torear una vaquilla, de sentirse toreros" haciendo de esta afición su estilo de vida.
En el grupo de aficionados que pisaron el albero de la plaza había abogados, estudiantes o economistas, que unidos por su pasión por el mundo del toro, han realizado el curso que les capacita como aficionados prácticos taurinos. Este curso, celebrado a lo largo del año en varias localidades de España y con sede en Extremadura, les da las nociones básicas, una aproximación al arte de torear, además de conceptos como la brega, la colocación, y la legislación sobre todo lo referente a la tauromaquia.
Ayudados por el temple de Santiago Ambel Posada, siempre pendiente de que no hubiera ningún percance, estos aficionados pudieron andarle hacia adelante a la vaquilla lidiada en el tentadero, nunca hacia atrás o salir colocados de los muletazos, como les indicaban sus maestros, poner en práctica lo aprendido, notar al animal bajo su estómago y -en definitiva- sentir ese calambrazo de arte que trepa por los tendidos y eriza las nucas que dicen que es la magia del toreo.
Ayudados por el temple de Santiago Ambel Posada, siempre pendiente de que no hubiera ningún percance, estos aficionados pudieron andarle hacia adelante a la vaquilla lidiada en el tentadero, nunca hacia atrás o salir colocados de los muletazos, como les indicaban sus maestros, poner en práctica lo aprendido, notar al animal bajo su estómago y -en definitiva- sentir ese calambrazo de arte que trepa por los tendidos y eriza las nucas que dicen que es la magia del toreo.
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