Esta frase atribuida a Alfonso Guerra nos recuerda la de “échate para allá le dijo la sartén al caldero, que me tiznas”.
Es verdad que en este País, como decía Rubalcaba, “enterramos muy bien”. Te tienes que morir para que te reconozcan. Anécdotas al margen, sobre Alfredo Rubalcaba se puede estar de acuerdo en muchas cosas.
Que era un político inteligente, mordaz, con sentido del humor, excelente parlamentario, gran estratega, estadista, y superviviente a muchas situaciones, que sin embargo supo irse cuando las circunstancias se lo exigieron, aceptando papeles ingratos hasta el final.
Como todo político, tuvo éxitos y fracasos. Hizo cosas interesantes y se tragó los sapos vivos. Habló con claridad y pedagogía, y se calló lo sucio de las ‘cañerías del Estado’, ante los temas extremadamente difíciles que le tocó vivir.
Sin duda personas como él favorecen el entendimiento y el diálogo, y unas veces lo consiguen y otras fracasan estrepitosamente, hasta que desaparecen del escenario.
Me gustaría saber el papel que ha jugado en el Consejo Editorial de ‘El País’, en esta etapa final de su vida y por qué fue a parar ahí. Pero de eso ya nos hablarán.
De todas formas pocas veces un político concita tanto elogio entre tirios y troyanos.
En un mundo donde la mediocridad está bastante extendida, personajes como Alfredo Rubalcaba no pueden pasar inadvertidos. Lástima que las circunstancias no le permitieran llegar a la Presidencia del Gobierno de España. Habría sido la gran prueba para demostrar hasta dónde llegaba su habilidad política y su sentido del Estado.
Descanse en Paz un hombre poco común y un político que se atrevía con todas las situaciones, y que tuvo que luchar con una tropa que no siempre estaba a su altura.
FOTO: RTVE
