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OPINIÓN: Si no tiene nada mejor que hacer, ¡hágase un selfie!

Nacional

5 de Junio de 2018

OPINIÓN: Si no tiene nada mejor, ¡hágase un selfie!

Todo comenzó con un palo y una piedra atada; con los milenios, la revolución tecnológica lo convirtió en lo que ahora conocemos como palo de ‘selfie’, un instrumento para sacar fotografías mientras vestimos nuestras mejores galas, nos situamos delante de un Ferrari o tratamos de ser aristócratas.

El palo de ‘selfies’, fruto de lo que llamamos generación digital, nos ha convertido en los tontos de turno, alienados por las situaciones irreales de la vida, donde vale más el que mejor ‘selfie’ saca, que el que trabaja dignamente.

La desinformación es el motor de una revolución del postureo que fundamenta sus bases en crear falsas ‘noticias’ sobre uno mismo, o sobre los demás, que después divulgamos por Twitter, Instagram o Facebook. ‘Noticias’ que, pese a estar vacías y ser víctimas del morbo, sensacionalismo y el narcisismo personal de algunos, acabarán siendo compartidas al menos durante un instante a lo largo del mundo.

Los derechos constitucionales a la intimidad y a la privacidad ya solo tienen valor cuando nosotros los elegimos; por ejemplo, si vamos por la calle y alguien nos fotografía comprando un atuendo de menos de 10 euros pensamos que atentan contra nuestra intimidad. Ahí sí nos escondemos, exigimos que se borre la foto y hasta demandamos a quien atenta contra nuestro derecho a la imagen; sin embargo, si se trata de enseñar tus nuevos calzoncillos ‘Calvin Klain’ o tu nuevo conjunto de ‘Woman Secret’, no pasa nada. Para eso no hay intimidad.

Lo decía Nietzche en su momento: nos las arreglamos mejor con nuestra mala conciencia que con nuestra mala reputación, ya sea para calumniar a alguien mediante ‘twitts’ sin importancia y ningún tipo de veracidad para hacernos los importantes, o simplemente por el hecho de poder sacarnos un par de ‘nudes’. Por supuesto, sin dejar que un fotógrafo ejerza su profesión en la calle fotografiando la vida real. Al parecer, somos más que ellos, mejores periodistas y mejores fotógrafos.

Nos hemos convertido en un fraude que atenta contra la realidad, ofreciendo la información que nosotros elegimos y maquillándola con filtros, porque somos más felices compartiendo lo que no somos, presumiendo del dinero que no tenemos y vistiendo atuendos estrafalarios,... que viviendo la vida real.

Hemos conseguido hacer de la brecha que separaba lo privado de lo público algo imperceptible. Y es que la mayoría de las veces parece que vivimos entre un mundo de burbujas, donde mostramos solo lo que nos interesa.

Actualmente, escogemos personas a la carta dependiendo de si cumplen nuestras exigencias; observamos los contenidos que publican, las fotos que se sacan y el número de me gustas que tienen. Vaya, que hemos pasado de demandar contenidos a demandar personas dependiendo de sus ‘selfies’.

La vida se ha vuelto una ridiculez, girando ahora en torno a Instagram, esperando discutir sobre el culo más grande, el traje más caro o el viaje más envidiable y si es acompañado de un buen Mercedes o un gran Audi mejor.

Pero recuerden que por muchos ‘twitts’ que escribamos, no seremos más sabios; por muchas peticiones de amistad que nos lleguen, no tendremos más amigos; y que por muchas fotos que nos tiremos no seremos mejores personas, ni tendremos una vida mejor.

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