OPINIÓN: El peor mejor país
España lo tiene todo para ser uno de los mejores, si no el mejor país del mundo en un amplio abanico de ámbitos. Sin embargo, año tras año vemos cómo nuestra imagen, tanto desde dentro como desde fuera, cada vez deja más que desear. Esto no es casualidad, pues lo que hasta hace poco era símbolo de calidad de vida va tornando a limitaciones tanto de libertades como de oportunidades.
Uno de los estandartes de nuestro país ha sido la gran riqueza de productos alimenticios, desde la agricultura hasta la ganadería, atrayendo a millones de visitantes cada año para probar nuestra gastronomía. Sin embargo, es triste ver cómo cada vez menos gente se dedica al campo.
Las duras condiciones impuestas a los agricultores hacen que muchos cambien de dirección y se pierda la herencia de labor en este sector. Esto repercute también en los consumidores, que se ven obligados a buscar productos más económicos y hacerlo en supermercados en vez de en negocios locales.
Otro factor que influye en este sentido es la economía individual. Los productos locales y de temporada cada vez tienen precios más altos, siendo la alternativa los envasados, que en muchas ocasiones provienen de otros países. Porque sí, aquí hay muchas limitaciones a la hora de producirlos, pero nos venden otros cuyas exigencias sanitarias son más que cuestionables. Es una verdadera lástima que esté pasando algo así en un país que en este sentido ha sido, hasta hace no mucho, prácticamente autosuficiente.
Respecto a la ganadería, ni que hablar. Sin ir más lejos, mi abuelo abría la verja de las cabras y se daba un paseo por el monte. Los animales se alimentaban de forma natural y muy económica para el ganadero, a la vez que los montes estaban limpios de malezas. Esto era algo que veías en el campo allá donde fueses, al menos en mi tierra, Extremadura.
Actualmente, la imagen del pastor es cada vez más difícil de ver por lo impositivo en dicha actividad y, cuando se produce un incendio, este se expande sin control alimentado por la gran cantidad de combustible vegetal que va encontrando a su paso. Ah, pero es el cambio climático, así que tendremos que pagar más impuestos para combatirlo. Así es la democracia española (por llamar de algún modo a un Estado en el que la división de poderes brilla por su ausencia y el voto sirve solo para decir que puedes votar, pero esto da para otro artículo).
El campo no es el único sector que agoniza en España. Otro gran símbolo es la sanidad pública, y no voy a entrar en cómo funciona últimamente, pero nos encontramos con un considerable problema al no haber relevo generacional. En fin, no me parece demasiado raro que enfermeros y médicos, con la excelente formación que aquí tienen, vayan a otros países por las condiciones que se les brinda, ya que allí sí se les considera como lo que son: un tesoro.
Ahora bien, ¿cómo afrontamos esto los españoles? Aparte de la sátira, claro, porque en nuestro país la expresión "reír por no llorar" alcanza su máximo esplendor, resultando, eso sí, en un humor de excelente calidad, porque aún no hay quien nos gane en eso.
A pesar de ello, la polarización de la sociedad, que, por otro lado, siempre nos ha caracterizado, sirve en bandeja a los que están arriba para hacer lo que quieran. Realmente estoy muy cansado de ver a gente discutir por ideologías y discursos vacíos que se parecen más a un debate entre un hincha del Real Madrid y otro del Barça en la barra de un bar. Más cuando después, en la individualidad y a efectos prácticos, no distan mucho unos de otros.
Y esto no va de colores. Ahora VOX tiene el discurso que está más en auge (que no son de mi agrado, como cualquier extremo, pero es que es bastante fácil hacer oposición a este gobierno, o al del PP si me preguntan, diciendo unas pocas cosas lógicas), mas la experiencia me dice que, salga el que salga, todo seguirá igual y que su discurso quedará en el olvido una vez ganen las elecciones.
En definitiva, me duele mucho ver cómo un país que podría ser de los mejores, si no el mejor del mundo en muchos aspectos, se está convirtiendo en un país contagiado por el odio y víctima de los tecnicismos convenientes. Un país que está perdiendo su identidad y del que los que generan riqueza huyen, mientras los que estamos abajo del todo pagamos los caprichos de los de arriba a costa cada vez más de nuestro propio bienestar y sin rédito a cambio.