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OPINIÓN: Las guerras de los ricos aburguesados y las revoluciones impulsados por el hambre

24 de Noviembre de 2019

OPINIÓN: Las guerras de los ricos aburguesados y las revoluciones impulsados por el hambre

La palabra guerra, según la RAE, tiene hasta 6 acepciones y varias variantes más. Tomamos la expresión en un sentido genérico.

Sin entrar en disquisiciones eruditas de estos fenómenos, así, a simple vista, vemos una gran diferencia a pesar de la complejidad de cualquier guerra. La guerra de los ricos, de los poderosos es una guerra vertical,  de arriba abajo, de los que tienen el poder contra los que no lo tienen. Defienden, principalmente, la conservación de privilegios o la ampliación de los mismos. No es que les acucie el hambre ni las injusticias en relación con los demás y que por eso se rebelen, sino que se creen superiores y luchan por privilegios mayores. Podríamos decir que es la guerra de la avaricia, del egoísmo.

La revolución de los desfavorecidos suele partir de la constatación de la injusticia y la urgencia de cubrir sus necesidades vitales. Es una lucha por la utopía de la igualdad imposible; pero que a sus ojos es como el mesías prometido que siempre está a punto de llegar.

Como valores contrapuestos, la lucha de los poderosos está a favor de las desigualdades, de los privilegios, de la singularidad y, por el contrario, la revolución de los desfavorecidos pretende la igualación de derechos y oportunidades. Aunque es evidente la confusión que puede crear la masiva propaganda, mezclando a unos con otros, de un modo simplificado podríamos ver esas dos tendencias fundamentales.

¿Qué presupuestos, qué postulados, qué principios hay detrás de estas posturas? En la guerra de los fuertes, de los prepotentes, hay una apelación fundamental a la libertad, al sálvese quien pueda, una cierta insolidaridad social. Con esto no queremos decir que la libertad sea un principio menor, sino que suele tener connotaciones de menor urgencia en democracia. En la revolución de los débiles está, como postulado, el que todos somos hombres y todos somos iguales, con los mismos sentimientos, todos tenemos derecho a la vida, al progreso social, a la igualdad de oportunidades, a la solidaridad.

Cuando hablamos de la guerra de unos y revolución de otros, no nos referimos únicamente a las guerras con armas, sino también a las guerras subyacentes, incluso en las democracias en las que se supone que todo se iguala con el voto, teóricamente libre, de todos los miembros de la sociedad.

Las batallas se siguen dando en las naciones organizadas, e incluso democráticas, donde siempre se encuentran el grupo que domina, que gobierna, que impone las leyes hechas por ellos y para su beneficio, y aquéllos que tienen que cumplirlas y están sometidos a los criterios de los que tienen el control social, económico, cultural y político de la sociedad.

La democracia parece el mejor campo para discutir los valores que queremos poner como prioritarios y comunes para todos; pero no todos cumplen las leyes ni buscan la igualdad. Algunos la rechazan porque no les interesa. Los valores teóricos a que se apela en la democracia suelen ser la justicia, la igualdad, la libertad, el orden, la solidaridad, etc.

A pesar de la calma aparente en las sociedades democráticas, esta lucha por la igualdad o por los privilegios, suele estar presente, incluso en las sociedades más pacíficas. El cumplimiento de los principios teóricos suele estar sometido a la fuerza, a la propaganda, a los poderes ocultos e, incluso, a poderes extraños a las propias democracias nacionales.

La imagen de la mano negra que, frecuentemente, planea sobre los pueblos, insinúa, de forma simbólica, las manos que mueven los hilos sociales y cómo consiguen nublar la propia razón y hacer ver lo blanco negro, simulando razones y hasta principios morales para dominar a los que, simplemente, piden justicia e igualdad de oportunidades.

¿Cómo podíamos clasificar el conflicto y los acontecimientos que venimos sufriendo en Cataluña?, ¿qué pretenden, igualdad y justicia, o más privilegios para los ya privilegiados?.

FIRMADO: Pedro Cañada, Extremadura Unida