28 Agosto 2025
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OPINIÓN: Incendios en el Oeste

OPINIÓN: Incendios en el Oeste

 

Arde el Oeste de manera catastrófica (vidas humanas y no humanas, casas, patrimonio, agricultura, ganadería, servicios esenciales), y destapa la ineptitud de las administraciones públicas en las tres comunidades autónomas: Galicia, Castilla y León y Extremadura.

 

Esta vez, el conjunto ardiendo a la vez, coincide con la denominada Ruta de la Plata (Cáceres, Zamora, Orense y León), que todos los gobiernos bipartidistas han colaborado en su despoblamiento, abandonando a su población, incluso negando la accesibilidad por tren que hubiera permitido una cierta coherencia territorial peninsular.

 

Prevenir solo era una repetición electoralista tranquilizadora, "ya mejoramos, ya contenemos, ya reforzamos", mientras desprotegían a su suerte fronteriza a todo el oeste peninsular. Solo los incendios dejaban, y dejan, entrever lo tramposo de tanta promesa política y falta de rigor hacia la vida social, económica y ecológica del territorio, ahora en llamas nuevamente.

 

Y aquí es donde debemos decir "basta ya" de catástrofes semejantes para que no vuelvan a dar lugar a repuestas tramposas con los mismos procedimientos de tranquilidad, incluso los que denominan "resistencia psicológica al fuego" como si ya nos hubieran encerrado en el oeste, por inútiles, para siempre. Decir basta a las mismas políticas que han obviado tanto a la población como a los técnicos, investigadores y profesionales.

 

Resulta demasiado cínico repetir que "los incendios se apagan en invierno" únicamente para señalar y registrar a esos pirómanos que lo ponen en marcha en verano, que quizá nos apunten como mayoría en esta zona despoblada peninsular.

 

Precisamos un nuevo tipo de gobernanza, y esta nueva devastación nos lo vuelve a recordar de manera tozuda y en nuestra propia casa. Claro que hemos conocido que el sistema capitalista actual incendia el planeta, desde Chile (2017) y California (2018), a Australia (2020) y Canadá (2023). Demasiado lejos para entenderlo, pero cuando se extiende al Mediterráneo, Grecia y Turquía en 2021, tampoco nos llega la ceniza, e incluso en Extremadura durante 2003 y Portugal en 2017 solo la ayuda mutua (véase el proyecto Plantabosques de la asociación ecologista Adenex) dio alguna respuesta práctica más crítica a lo de "pondremos muchos medios, equipos y una prevención ordenada para dominar las llamas de nuestros bosques".

 

Y ahora comprobamos, además, que en este oeste español los medios y recursos públicos se han privatizado, se han reducido y se han dedicado a obras que nada tenían que ver con la gestión territorial, forestal, demandada. Destacar que la experiencia de la comarca de Gata (post incendio 2015) ha dado lugar a un proyecto denominado "mosaico" de colaboración múltiple.

 

Alejandro Pedregal, en su trabajo 'Incendios: una crítica ecosocial del capitalismo inflamable' (Manifest Libres, 2025) estudia las condiciones históricas de este fenómeno incendiario. Lo analiza con sus ciclos de destrucción ecológica y social a nivel planetario, donde la modernidad de Occidente y su fe en la tecnocracia han explotado espacios y territorios, habitantes y ecosistemas, con el único fin de mercantilizar la naturaleza y dominar las resistencias y prácticas comunales, luchas sociales en defensa de la vida, de los bienes comunes.

 

En España, estas llamaradas que parecen cogernos de sorpresa ya fueron anunciadas en los macroincendios de 1985, 1989 y 1994, y aunque aprendimos que también hay incendios que generan otros incendios, los de sexta generación, todavía éramos refractarios al cambio climático, todo era cuestión de suerte. Nuestro primo ya lo decía.

 

Siempre había habido incendios y ahora descubrimos que también hay alteraciones climáticas que ponen en juego nuevas dificultades para la extinción segura. Demasiados incendios a la vez originan que ni siquiera se tengan medios para atender las posibles reactivaciones una vez apagado.

 

Aunque no todo es debido al cambio climático. Es cierto que nos hemos dotado de legislación que prohíbe el uso de las zonas quemadas para beneficio especulativo, aunque las maneras intencionadas de la gran mayoría de ellos nos digan lo contrario. Se sigue quemando para obtener mejor caza, no se desbrozan las plantas fotovoltaicas, se hacen trabajos con maquinaria no adecuada, las fiestas siguen teniendo el fuego como purificador, a lo que se suma que los caminos públicos son intransitables cuando no invadidos y ocupados, y en los montes de una sola especie no limpian la vegetación arbustiva.

 

De estos incendios tan localizados ya están siendo útiles para pensar de otra manera la susodicha prevención y gestión de los incendios. Por ejemplo, desde los pinares de Burgos y Soria (véase 'La gestión comunal de los bosques que previenen grandes incendios'. 23 de agosto de 2025) se preguntan qué podría ocurrir si un incendio afectara a 100.000 hectáreas y 40 poblaciones de Soria y Burgos.

 

De la misma manera que ocurrió con el colapso del puente de Génova  (14 de agosto de 2018), el cual originó la revisión urgente de todos los puentes e infraestructuras similares, ahora se plantea una nueva revisión del mantenimiento de bosques, montes y entornos urbanos con una necesaria política que no caiga en lo ya errado anteriormente.

 

La nueva gestión de incendios (protección y ordenación territorial) debe de ser una decisión social, democrática e integradora, nunca más de nuevas ocurrencias fuera de todo contexto social, científico, profesional y de todas las investigaciones en curso acerca de algo tan vital.

 

Habitualmente, cuando surgen catástrofes de este tipo (no hará falta recordar la última DANA) se crea una jerarquía de competencias que anula toda solución perspicaz, de participación social activa y de mejoras reales que ayuden a seguir entendiendo la situación de emergencia climática y escasez de materiales.

 

Si los incendios hay que apagarlos en invierno, desde luego es preciso que se haga con la mayor transparencia y con la debida participación social, técnica, científica, profesional y activa. Y con esto nos estamos refiriendo a un cambio de perspectiva desde todas las administraciones públicas implicadas que a su vez confluyan en una coordinación mutua.

 

La población que vive en el territorio es clave para ello. Trabaja, subsiste y conoce tanto su municipio como la comarca, junto con la ciencia y la investigación forestal y ecológica, la profesional y de vigilancia ambiental, e incluso, por qué no, la de atención psicológica y de asistencia social conforman el equipo multidisciplinar que requiere este nuevo reto que hoy nos vuelve a poner alertas.

 

Una planificación no jerárquica, que también dará respuestas a todo lo que el actual sistema depredador incendia, como son las granjas intensivas de ganadería, las extracciones minerales generalizadas, las plantaciones de montes monoespecie, las macroenergéticas incluidas las de biogás, las macroinfraestructuras devoradoras de agua, aire y suelo fértil.