OPINIÓN: Los pieles rojas de palestina. Guerras y creencias
No nos falta ni el conocimiento, ni la información instantánea, ni la historia acerca de la creación de un estado sin fronteras en su Constitución, es decir de Israel.
Un estado que nace según el derecho divino de ocupar la tierra, pero también del trauma del Holocausto, un “Mal absoluto” que ha conseguido obtener el “Bien absoluto” expulsando, matando, ocupando y segregando a los palestinos. Un trabajo de referencia obligada para entender esa doble vertiente, ficcional (los judíos como pueblo elegido por Dios) e histórica (los judíos de la Shoah) es el de Pedro Costa Morata:” Israel. Del mito al crimen” (Madrid. 2024).
Una colonización en toda regla que hoy se ha convertido en la expulsión palestina definitiva. Como si el trabajo realizado desde 1948 habría que terminarlo, aprovechando lo sucedido el 7 de octubre de 2024, a fin de obligar a los supervenientes a huir definidamente.
Un vaciamiento del territorio donde vive un pueblo, el palestino, como si nunca hubiera existido. Se trata de vaciar un pueblo, lo que asemeja la historia del sionismo a la de EEUU con los indios, las pieles rojas de los colonos judíos en Palestina. Como si la historia de la fundación de Israel fuera una continuación de lo sucedido en los Estados Unidos de América (Ver: Elias Sanbar,” El bien de los ausentes”. Madrid. 2012).
El 5 de febrero de 2025, en pleno cese del fuego entre Hamas y el gobierno israelí, el presidente Trump, después de reunirse con Netanyahu, anunciaba la destrucción total de Gaza y la creación, en su lugar, de un equivalente a la Costa Azul, deportando a 2 millones de gazatíes a Egipto y Jordania. Un mes más tarde (4 de marzo de 2025) los responsables de los estados árabes replicaban a Trump con invertir 53.000 millones de dólares en la reconstrucción de Gaza con la población gazatí. Esto es precisamente lo que les distingue de los indios americanos. La población palestina expulsada, evacuada, no es asimilada por los estados que les acogen a fin de que desaparezcan de la historia.
Han soltado a los perros, estamos en plena época de guerra continua y el planeta arde. Pongamos algunos nombres para enterarnos de la situación: Trump-Musk, Milei, Putin, Xi Jinping, Modi, Netanyahu, Khameney, Erdogan, Le Pen, Orban, Meloni, Abascal. ¿Cómo vamos a entender esos nombres que dirigen al mundo precipitando las catástrofes humanas y ecológicas? Todos impulsan proyectos nacionalistas que emparentan identidad y territorio (nacionalismo identitario), empobreciendo el ambiente social y político que encierra a los propios para señalar al otro como enemigo. Sus políticas implican que la presencia de unos obliga a la desaparición de los otros, de esta manera el pueblo que queda se cree homogéneo en lengua y territorio, se cree más seguro con esa imagen idealizada.
¿Cómo nos está influyendo todo esto en nuestras vidas, incluso de manera inconsciente?
Resulta que nos encontramos con el resurgir de las creencias identitarias, e incluso con leyes que pretenden endurecer las fronteras para acabar todos rodeados de muros por doquier. ¿Multiplicar muros y alambradas a fin de conseguir la más eficaz circulación de personas y deportaciones? ¿Dejar que la soberanía de los pueblos sea asegurada por un estado nacional unificado, con un solo pensamiento, una sola lengua, un solo color y una sola tradición? ¿Dejar que un estado siga masacrando mientras recogen alimentos, que destruya hospitales y asesine mujeres y niños?
¿Por qué hay tanta irracionalidad?
El filósofo Spinoza ya se lo preguntaba en el siglo XVII. ¿Por qué el pueblo se enorgullece de su propia esclavitud? ¿Por qué los hombres se matan entre ellos como si fuera la respuesta a su libertad? ¿Por qué una religión que reclama el amor inspira la guerra, la intolerancia, el genocidio y el odio?
Para entender hoy la hinchazón de irracionalidad y como esclavos del sistema capitalista de mercado la respuesta es inmediata: La irracionalidad es rentable. Toda creencia es más fácil tenerla como moneda de cambio, desde luego afianzada por el uso de las redes sociales de las cuales nos fiamos mas que de un tratado de filosofía porque este es más difícil de entender. Y así creemos que la culpa (los juicios morales) son más rentables que los mensajes políticos. ¿Nos suena esto en la actual situación política de España y Extremadura?
La multiplicidad de creencias irracionales se ha hecho presente incluso en nuestras relaciones personales y sociales: ¿Por qué creemos que la ira es más contagiosa que la alegría’? Ya sabíamos que los contenidos prohibidos aumentan nuestro interés más instantáneo, pero ¿por qué priorizamos los mensajes más emocionales que amplifican la insensatez sin pensarlo siquiera? Al final comprobamos que hay un inmenso negocio en todas esos interrogantes, en seguir simulando enfados, violentando, insultando, despotricando, porque no hace falta que pensemos si son reales o no, el caso es que lleguen a miles, millones de personas. Cuando ante tanta incertidumbre próxima y lejana preguntamos a Google ya se nos eta imponiendo (dirigiendo) un modo de vida, de amar, de morir, de matar.
En las guerras presentes, con los liderees actuales que las han impulsado, estamos comprobando que las situaciones despóticas están sustituyendo a las democráticas. ¿Pensamos que el gobierno de Israel actual es una democracia? ¿Lo es en EEUU y en Rusia? ¿Acaso en China? Todo indica que la voz de los pueblos ha cedido a la de los gobernantes racistas, machistas, prepotentes que encima combinan lo autoritario con una política crítica y pretendidamente democrática.
¿Quizá ante tanto desastre aun no diferenciamos entre guerra, política y religión? ¿No le vemos a Trump con la biblia en la mano? ¿No notamos a Putin que nos solo quiere destruir la OTAN sino todo occidente? ¿Y Netanyahu guiándose del Antiguo testamento como pueblo elegido para hacer desaparecer pueblos que le impidan ser un solo estado? ¿La Biblia contra el Corán?
Es tan evidente que la destrucción de Gaza no es una respuesta al ataque del 7 de octubre de 2023, sino un aniquilamiento comenzado en 1948, y que la justificación que buscaba el sionismo después de la Shoah ha fracasado y le deslegitiman profundamente. Es recomendable el análisis realizado por Enzo Traverso en la obra “Gaza ante la historia” (Madrid. 2024).
Solo una respuesta internacional con una ONU reformada, de gobiernos realmente democráticos, de flotillas sociales por tierra y mar, pueden dar una nueva legitimidad (una nueva fórmula institucional y de subjetividad) al doble estado Israel-Palestina donde la violencia no sea la solución a tantos deseos e inquietudes pacíficas, y a nuestras angustias en relación con el dolor, la indefensión y la muerte.