OPINIÓN: ¿Somos responsables también desde Extremadura?
El 7 de octubre de 2023, Hamas realiza un atentado inusitado contra Israel, en un momento de la guerra de Ucrania en la que toda Europa, también Extremadura, acogía a miles de ucranianos en respuesta humanitaria ante la invasión rusa. La respuesta de Israel, genocida, es la más terrible que jamás un estado, supuestamente democrático y enriquecido (¿cómo autodefensa?), haya podido perpetrar a fin de acabar con un grupo terrorista. ¿Nos imaginamos un gobierno español democrático que para acabar con Eta hubiera decidido eliminar a toda la población vasca?
A ningún europeo le extraña que la población española clame por la causa palestina obligando al gobierno a llegar a ser más activo que con las simples declaraciones de intenciones respecto a la masacre televisada como si fuera un reportaje más de actualidad social y político. No se puede llevar una vida serena, y mentalmente sana, en todos los ámbitos sociales, educativos y culturales (incluidos los del deporte, por ser mayoritariamente social), como si no pasara nada grave, precisamente cuando descubrimos que parte de dichas actividades están financiadas por el capital israelí, y blanqueada por el gobierno actual de Israel a fin de que las armas sean la única solución para dirimir el conflicto colonial con el pueblo palestino. El boicot debe ser total.
¿Por qué denominamos guerra a la hostilidad israelí-palestina? ¿Por qué cuesta admitir el genocidio como respuesta brutal del gobierno de Netanyahu a los atentados de octubre de hace dos años? ¿Por qué EE. UU., la mayor democracia del mundo, sostiene y financia al ejército israelí con el fin de matar impunemente? ¿Es que ignoramos todavía algo acerca de la creación del estado de Israel en 1948? ¿Qué Europa ha desterrado al Sur mediterráneo y su región oriental? ¿Y si nos hacemos estas preguntas nos pueden acusar de antisemitismo?
Samir Nair en su obra” Europa encadenada. El neoliberalismo contra la Unión” (Galaxia Gutenberg. 2025), analiza el papel jugado por Europa en su flanco mediterráneo, que siempre fue de cultura compartida e intereses interrelacionados. Pero, después de la Segunda Guerra Mundial, Europa da la espalda al mediterráneo a fin de construir su propia identidad. Alemania ya oponía los arios europeos a los semitas, pero es Francia quien inventa un antisemitismo como ideología de un pasado cristiano lamentando las batallas perdidas de las cruzadas.
Samir Nair nos explica que históricamente semitas eran tanto la población musulmana como la judía en todo el Oriente Medio, y que solo la colonización europea, durante el siglo XIX, dividió y clasificó esa zona en buenos y malos. Hay buenos semitas (los judíos) y “malos” los musulmanes. Solo los judíos pueden acceder a la modernidad, nunca los musulmanes. La pretensión de un Europa Unida, en los años cincuenta, consistía en distinguir a las poblaciones en función de su origen, confesión, memoria y por qué no de la pura invención imaginada a fin de degradar su condición social y política. El objetivo era seguir beneficiándose, para la construcción del estado de bienestar, de los inmigrantes magrebíes, turcos y africanos. La independencia de Argelia en 1962, símbolo de la resistencia anticolonial desde 1870, supuso la primera llamada de atención al respecto.
La solución, planteada por Europa, de los dos estados, los palestinos se niegan a reconocerla dentro y fuera de Palestina. Sí, fueron los estrategas de la Segunda Guerra Mundial los que ofrecieron a los sionistas un territorio en Palestina (en acuerdo entre EE. UU., la Unión Soviética y Gran Bretaña) tras el genocidio perpetrado por la Alemania nazi. En la Palestina de entonces solo había un 10% de la población judía, poco importaba. Los principios exclusivamente religiosos fueron los que decidieron el lugar prometido. Se apoyaron en razones extraídas de la Biblia; total, los musulmanes eran personas inferiores, atrasadas (los malos) que solo los judíos podían civilizar y que les serviría para dominar todo el oriente medio.
El sionismo, era, y es, una ideología nacionalista de finales del siglo XIX que buscaba un lugar, una tierra, que pudiera representar a Sión, la montaña cercana a Jerusalén, a fin de reunificar a todas las diásporas judías, tras siglos de expulsiones y persecuciones. Daba igual el sitio; podía ser Argentina, Madagascar o incluso la tierra prometida por dios. El caso es que se cumpliera las promesas de Yahvé, del Antiguo Testamento, y de la Torá, donde las masacres, muertes, atrocidades y ocupaciones violentas eran bienvenidas por el dios que había hecho a los judíos su pueblo elegido (Véase: “El libro de todos los libros”. Roberto Calasso. Anagrama. 2014).
Por tanto, distinguir el antisemitismo, del antisionismo es fundamental para entender tanto odio y perversión mediática más allá de las fronteras de Palestina.
La acusación de antisemitismo se refiere al odio hacia ese supuesto pueblo elegido, de ahí que Netanyahu hay hecha mención a la Inquisición española como si hoy desde la sociedad y el gobierno español actual se estuviera defendiendo una nueva persecución. Como si no llegáramos a entender que la destrucción y ruina masiva de todas las ciudades de Gaza, y las más de 60.000 muertes inocentes, que según algunos analistas duplicarían la cifra real, lo están realizando para poder salvar nuevamente al pueblo judío. Devolver con la misma moneda los asesinatos del ejército alemán tiene, a los ojos de Netanyahu, la misma legitimidad de autodefensa. En realidad, el gobierno actual de Israel está llevando a cabo precisamente el programa sionista, el cual proclama que todos los hijos de Sión son un grupo nacional que tienen todo el derecho de crear un estado propio, en el mismo lugar donde han vivido y viven aun los palestinos (Véase: Pedro Costa Morata. “Israel del mito al crimen”. El viejo Topo. 2024),
La situación con Palestina es la misma que ya conocemos en el conflicto de Sudáfrica originado por el colonialismo imperante europeo. Nadie imagina que la solución hubiese sido crear dos estados, uno blanco holandés-boer y otro negro. Pero ni siquiera Netanyahu contempla esta posibilidad del doble estado, dada su superioridad religiosa, civilizatoria, y recibida por imperativo divino. En su apariencia de ser el único estado democrático de la zona, según EEUU afirma, ya apenas queda pueblo palestino que defender, y dada su obligada segregación actual (iniciada en 1948 con la expulsión de 700.000 palestinos de su tierra, muchos descendientes viven y han desarrollado su vida en España y por supuesto en Extremadura) no tienen más que huir o morir hasta que no quede nadie. Pero, nunca el pueblo palestino va a dejar de resistir hasta conseguir que Palestina sea el estado en el cual los judíos sean los que tengan el pasaporte palestino. Argelia y Sudáfrica lo han conseguido: ¿Por qué no Palestina?
Por eso la calle debe seguir gritando por la impotencia de una Europa servil. Los crímenes contra la humanidad deben parar para siempre, debe la Corte internacional de Justicia, en el marco de la ONU, acabar con ese delirio internacional que siempre acaba relacionando las guerras con las creencias religiosas, enmascaradas en un delirio nacionalista y de patria envalentonada.
Al final, todos somos responsables de una manera u otra. Creer sí, en este mundo, y en la vida, como horizonte donde caben todos los modos de existencia.