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Badajoz

OPINIÓN: Las administraciones continúan destruyendo el Casco Antiguo

Badajoz

10 de Agosto de 2018

OPINIÓN: Las administraciones continúan destruyendo el Casco Antiguo

Entre los muchos males que aquejan Badajoz está la pérdida continua de su patrimonio, de sus señas de identidad y valores. Hay que sentir pena de que las distintas administraciones no pongan un mínimo cuidado en que esta pérdida no sólo no se detenga, sino que se acelere con el tiempo.

Es inadmisible que el casco antiguo, como corazón y portador de los valores más tradicionales de Badajoz vaya poco a poco despojándose de calles, viviendas, edificios, actitudes, labores, paisajes, muestras en definitiva, que definen lo que ha sido la ciudad en la Historia y en la memoria colectiva.

Cierto es que no es una actitud nueva, pero con el mayor conocimiento y medios que hay en la actualidad -y con la mayor conciencia que debe anteponer lo que se conserva de años o siglos atrás, realizado con esfuerzos meritorios de nuestros antiguos ciudadanos, frente a construcciones modernas y oportunistas- debería haberse ido atenuando la actitud destructiva y de desprecio frente a muchos vestigios pasados.

Hay una suma de supuestos intereses ocultos, moderna avidez por dejar una impronta contemporánea que puede no suponer más que una moda errada o pasajera -el tiempo dirá como lo ha venido haciendo hasta ahora-, o inexplicables decisiones técnicas que tendrán los avales legales, administrativos y profesionales que quieran, pero que no son comprendidos ni por el pueblo que quiere identificarse con una ciudad con carácter propio y arraigo histórico, ni por el que viene a conocer la ciudad que no entiende el despojo de lo tradicional, que es el rasgo distintivo que busca en sus destinos.

Ni siquiera las rehabilitaciones de edificios históricos se salvan. En algunas habrá voluntad, pero con resultados espantosos, como los fallidos Fuerte de San Cristóbal o Baluarte de la Trinidad. Ni los espacios públicos como plazas o parques se rehabilitan para ofrecer una imagen que evoque un pasado al que pertenecen. Excesivo miedo a que cualquier actuación sea tachada de historicista, a lo que se ve.

Curioso es que en el tercer término municipal más extenso de España, con espacio suficiente y una ciudad que se desperdiga por un territorio grandísimo, desde Caya hasta Villafranco del Guadiana, desde los terrenos de la Plataforma Logística hasta el Cuartel de Sancha Brava, los afanes renovadores, las actuaciones de vanguardia tengan esa fijación por los lugares consolidados ya en la Historia y, sobre todo, por los espacios intramuros o aledaños a nuestro magnífico sistema abaluartado.

Hay muchos ejemplos de esto que comentamos, pero paradigmático es el caso del Palacio de Congresos, nuestro edificio contemporáneo más reconocido (si no el que más), construido sobre la antigua plaza de toros y en el interior de un baluarte, encajonando un volumen moderno con necesidades de acceso y espacio en un lugar poco indicado para ello, llevándose consigo tanto nuestro antiguo coso con sus galerías de forja, como la comprensión del baluarte, y parte de sus elementos, más el perfil del mismo reducido a perimetrar el mayor volumen del nuevo edificio. El magnífico Palacio de Congresos hubiera ganado en valor, utilidad y prestigio fuera de esa ubicación forzada y destructiva.

Los ejemplos se repiten, actualizándose, y siendo cada vez más destructivos: calle Prim, Campillo, Plaza de Santa María y Museo de la Ciudad, Museo de Bellas Artes, edificio de la Concejalía de Ferias y Fiestas en la Plaza Alta, Encarnación, edificios de otros siglos reducidos a mera fachada, como vemos actualmente en la calle de la Soledad esquina con Montesinos…

El anuncio de que la Fundación Caja Badajoz construirá una sede en una casa tradicional al pie de la alcazaba, frente a la Puerta del Capitel, prolongándose hacia los solares que dan a la antigua judería, calles Norte y Encarnación, con “un proyecto singular con fachadas modernas y singulares”, no hace sino generar más temores. Ni en la zona más noble de la ciudad hay el más mínimo interés por un afán de recuperación de lo tradicional.

NO EXISTE NADA PARA CAMBIAR LA DESTRUCCIÓN

No hay un Plan efectivo que salvaguarde la unidad monumental de nuestro casco antiguo, que cada vez más adquiere una configuración y aspecto más contemporáneos. No hay un catálogo minucioso con vistas a la preservación. No hay un interés por ocupar edificios vacíos que se degradan con el tiempo. No hay un movimiento con perfil técnico en Badajoz que apueste por la regeneración histórica con respeto a materiales, métodos y tipologías de antaño. No hay escuelas que promuevan y enseñen técnicas que tuvieron fortuna y excelente adecuación al entorno en nuestra ciudad en otras épocas, para poner estas técnicas continuamente en práctica, como sucede en otras ciudades o regiones. No hay ordenanzas que defiendan y ayuden a la conservación, sin imponer pesadas cargas a los ciudadanos, sino facilitando medios y soluciones. No hay voluntad empresarial honesta que apueste por la reconstrucción y rehabilitación histórica. No hay debate con los ciudadanos ni se les consulta: todo queda en decisiones de despachos y cerrados criterios técnicos. No hay en empeño en una labor divulgativa, no es bueno que se conozcan nuestros tesoros en toda su amplitud y valor. No hay interés en mostrar, enseñar, abrir, hacer transparente, dar valor. Sólo cuando descubrimos un nuevo destrozo sabemos el daño irreparable. Sólo cuando el ciudadano descubre lo que antaño existía, se lleva las manos a la cabeza.

El catálogo del Plan General no tiene interés más allá del documental y de cierto conocimiento de parte de lo destruido, pues muchos edificios protegidos con diversos grados de protección se han perdido. Hay una cierta labor de desalojo encubierto, de gentrificación a la fuerza que genera multitud de viviendas y zonas desocupadas que se deterioran y devienen ruinosas, acabando como solares.

El Campillo ha sido una operación apresurada y desmedida para rehacer según criterios modernos un barrio humilde, pero con continuidad poblacional en todas sus épocas, hasta hoy en día. Un barrio tradicional sometido a una operación inmobiliaria y un Plan urbanístico de nueva planta. Han aparecido restos arqueológicos, pero hay pocas esperanzas de que incluso éstos frenen una operación en la que hay tantos intereses particulares en juego.

Paradójicamente Badajoz adolece de una auténtica arquitectura y urbanismo moderno de calidad y referencia en sus zonas de expansión periféricas, en las que se repite invariablemente el modelo ancha avenida y bloques de pisos, con ligeras variaciones de acabados, y poco más. Las intervenciones audaces prefieren desgraciadamente el centro histórico.

FIRMADO: Asociación Cívica Ciudad de Badajoz.

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