16 Abril 2024
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Cultura

Tres guardianas para tres ciudades

Cultura

18 de Septiembre de 2022

Tres guardianas para tres ciudades

 

Cáceres, Mérida y Badajoz si algo tienen en común en su advocada cultura religiosa es el afecto que profesan sus gentes a la figura de su Patrona la Virgen.

 

Empezaremos por esta última de la capital pacense: “Nuestra Señora de la Soledad Coronada”. Una antigua talla originaria del siglo XVII (1.664), aunque todavía existe una imagen de mayor antigüedad en la ciudad, perteneciente a una casi legendaria “Cofradía de la Virgen del Rosario de los Morenos”, una obra pía fundada en el siglo XVI (1.566), por mulatos y esclavos de la ciudad de Badajoz.

 

La imagen de “La Soledad” se elaboró expresamente para promover la devoción mariana en la ciudad de Badajoz, de una plural población todavía sustrato de judeoconversos y moriscos que, tras la expulsión, seguían un tanto parcos al devocionario católico/mariano. Siendo una donación que hiciera Don Francisco Tutavila y de Tufo (Capitán General de la Plaza Militar y Duque de San Germán). En convocada reunión de gente piadosa e influyente de la ciudad, se decide encargar la creación y según las exigencias, a un artista residente en Barcelona y natural de la ciudad italiana de Nápoles. De una iconográfica imagen dolorosa existente en la ciudad de Badajoz, perteneciente a los Agustinos, se postuló cual modelo para aquel artista napolitano. La imagen que sirvió de boceto fue la llamada “Virgen de las Lágrimas”, talla perteneciente en la actualidad, al conjunto del “Santo Entierro” de Badajoz y ubicada en la Iglesia Parroquial de Santa María la Real (San Agustín), y que guarda muchas notorias similitudes.

 

Para que el imaginero afincado en Barcelona se inspirara en una talla que la Orden de los Agustinos no querían bajo ningún concepto dejar salir del cenobio, se decidió crear para el encargo el célebre retrato de la “Virgen de la Paloma”, situado hoy en la iglesia del mismo nombre, del barrio de la Latina de Madrid. La imagen que aparece en el lienzo, que se trata de la “Virgen de la Soledad”, data del siglo XVII, siendo muy venerada desde tiempos de Felipe II. Se dice que la advocación de Nuestra Señora de La Paloma es Patrona de los bomberos, porque los madrileños se encomendaron al cuadro para que, por su intercesión, se sofocara el incendio de varias manzanas.

 

El 1 de abril de 1.664, sería el Prelado Don Fray Jerónimo de Valderas, Obispo de esta Diócesis de Badajoz, quien colocó la imagen de la Virgen en la que fuera su primitiva casa.

 

La devoción de esta virgen de los pacenses se fue extendiendo considerablemente desde el siglo XVIII, llegando la fama incluso a nuestros vecinos Lusos, de donde muchos devotos la solían visitar hasta nuestros días.

 

Fue a partir de la Guerra de la Independencia en 1.811 que, tras caer una bomba al interior de la ermita, a pesar de dañar considerablemente el edificio, las imágenes sobrevivieron a la detonación, quedando afectadas sus ropas y otros objetos. Fue en el año 1.929, que una devota mujer llamada Doña Joaquina Gómez Acosta, donaría los terrenos próximos a la ermita ruinosa, y mientras esta se edificaba, la imagen de la Virgen estuvo en la Catedral hasta el 7 de julio de 1.935, tras finalizar los trabajos de la actual ermita, que hoy goza de un claro carácter arquitectónico de Basílica.

 

Seguiremos con la advocación de la Patrona de Mérida, que no se trata de una imagen mariana, sino de una Santa, a pesar de ser virgen y mártir.

 

Santa Eulalia, como así se llamaba esta joven que viene del santoral romano, fue una cristiana que padeció el martirio en la ciudad de Augusta Emérita (Mérida), en tiempos del emperador Diocleciano que decretó perseguir y aniquilar a la que creía amenaza cristiana de sus dominios.

 

Esta Perpetua alcaldesa de Mérida y Patrona de la ciudad, se convirtió desde la edad media en uno de los lugares más populares de peregrinaje, a la vez que la del Apóstol Santiago.

 

La raíz etimológica de su nombre, deriva del griego (Ευλαλια): cuyo significado es: “La que habla bien”.

 

La muchacha era hija del Senador Liberio, un patricio convertido al cristianismo. Ella nace en Mérida en el año 292, aunque algunos atrasan su fecha hasta el gobierno de Trajano Decio. (249-251).

 

El juez pagano mandó que la destrozaran golpeándola con varillas de hierro y que sobre sus heridas colocaran antorchas encendidas. La hermosa cabellera de Eulalia se incendió y la jovencita murió quemada y ahogada por el humo.

 

Relata el poeta Prudencio que, al morir la santa, la gente vio una blanquísima paloma que volaba hacia el cielo, y que los verdugos salieron huyendo, llenos de pavor y de remordimiento por haber matado a una criatura inocente. La nieve cubrió el cadáver y el suelo de los alrededores, hasta que varios días después, llegaron unos cristianos y le dieron honrosa sepultura al cuerpo de la joven mártir. Allí en el sitio de su sepultura se levantó un templo de honor de Santa Eulalia, y dice el poeta que él mismo vio que a ese templo llegaban muchos peregrinos a orar ante los restos de tan valiente joven y a conseguir por medio de ella muy notables favores de Dios.

 

Las excavaciones realizadas en el subsuelo del templo durante los años 1990 y 1992, dejan al descubierto varias edificaciones: una casa romana del siglo I-III, convirtiéndose en necrópolis cristiana a partir del siglo IV, siendo basílica dedicada a la joven mártir entre los siglos V-IX hasta el año 875, en que los árabes hacen de la basílica una fábrica. Al reconquistar Alfonso IX de León la ciudad de Mérida en 1230, se reconstruye nuevamente el templo.

 

Las investigaciones confirman que, bajo el actual templo, y en las antiguas edificaciones, se hallaban con toda seguridad los restos de la santa. Y es por ello, que el lugar de su su sepulcro, fue lugar de peregrinaje, como afirmaba San Gregorio de Tours, del siglo VI, el diácono emeritense Paulo, del siglo VII, San Fructuoso, del siglo VII, e Hidacio, del siglo V. Fue con la invasión agarena, que las reliquias de la santa tuvieron que ocultarse para no ser profanadas. Sabiéndose por algunos autores, que dan pistas de que tales reliquias se hallan en Barcelona, Oviedo, Elna, y en su ciudad natal de Mérida. Todo ello barajándose como hipótesis pues las investigaciones arqueológicas no lo confirman. De lo que sí hay constancia, es del arca de plata que contiene las cenizas de la santa, hallado en la Catedral de Oviedo que mandó depositar el obispo Don Pelayo y Alfonso VI. Se convirtió en Patrona de la Policía Local de Oviedo.

 

Las fuentes para el estudio de la vida y el martirio de la santa son principalmente el Peristefanon de Aurelio Prudencio, de la segunda mitad del siglo IV y una Passio apócrifa atribuida a un monje emeritense y que parece que fue escrita en los siglos VII-VIII por las monjas del convento emeritense de San Mario.

 

Y la tercera de las devociones de Extremadura, es la Patrona de Cáceres. “La Virgen de la Montaña”.

 

Coronada en 1924, esta advocación mariana ostenta el título de Patrona de la ciudad de Cáceres. Con una tradición que viene del siglo XVII, este peculiar topónimo de María es conocido por el lugar donde se halla el templo santuario. En la Sierra de la Mosca, un idílico balcón mirador al este de la ciudad, donde se contempla la mejor panorámica de Cáceres.

 

Se dice del origen de la talla, que fue traído por Francisco Paniagua, un asceta ermitaño que vivió recluido en una pequeña ermita de la montaña. La talla, de unos 28-35 cms. está guardada permanentemente en el interior del santuario de la Montaña y sin procesionar. Su tamaño menudo de la imagen se debe a que Francisco de Paniagua la utilizó en su cotidiano acto de pedir limosnas por la villa de Cáceres.

 

Fue el Vicario de la Parroquia de Santa María, Don Sancho de Figueroa quien, admirado por la vida de entrega del ermitaño, ayudó a transformar la rudimentaria ermita en un templo de mayor tamaño, ante la numerosa demanda de visitantes que venían a pedir al asceta o a unirse a sus rezos. Siendo el obispo cauriense Jerónimo Ruiz Camargo quien bendecía dicho santuario en el año 1626. Al año de fallecer el eremita Paniagua, en el año 1635, se acordó la fundación de una cofradía dedicada a la Virgen de la Montaña, siendo obispo Juan Roco Campofrío.

 

La Bajada de la Virgen de la Montaña, se celebra diez días antes del primer domingo de mayo. Ha sido declarada Fiesta de Interés Turístico Regional. La Virgen es trasladada desde su santuario hasta la Concatedral de Santa María. Es recibida en Fuente Concejo por el alcalde o alcaldesa de la ciudad, que le entrega su Bastón de Mando de Cáceres. La llegada de la Virgen a la Plaza Mayor es una de las más grandes fiestas para todos los cacereños.

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