Los cuentos de Esperanza
12 de Junio de 2015
No acabo de comprender qué es lo que le ocurre a Esperanza Aguirre. Cada vez que habla me deja perpleja. No entiendo nada.
Oigo el tono afable de Manuela Carmena y sus proyectos para Madrid, y no me la imagino montando soviets en los distritos ni conspirando para acabar con la democracia occidental.
Sus objetivos son los lógicos en una formación, no digo ya progresista, sino con sentido de la humanidad: garantizar los servicios básicos de agua y luz en los hogares, plan para la inserción laboral de jóvenes y parados de larga duración o dar una alternativa habitacional tras los desahucios. Normal. Lógico en personas que tengan corazón y empatía con sus conciudadanos.
Sé de profesionales que pagaban de su bolsillo una noche de pensión a las familias desahuciadas y a cuyo lanzamiento tenían que asistir por razones de trabajo. Eran personas con corazón y empatía. Ninguno era bolivariano, ni montaba soviet en sus barrios, entre otras cosas porque, en los tiempos de los que hablo, aquí no se podía montar nada y quien lo hacía vivía con miedo. Pero eso acabó.
El miedo es de otra época y no está bien que venga Esperanza Aguirre a intentar metérnoslo en el cuerpo, sobre todo cuando, al final, ella misma se delata. Ni extrema izquierda, ni soviets, ni nada. No nos cuentes cuentos. Lo que teme es que lo hagan bien, sirva de plataforma al líder de Podemos y le arrebaten más parcelas de poder a los suyos.
Nada puedes hacer Esperanza. El poder no es de los tuyos ni de los de nadie. El poder es de los ciudadanos y nosotros se lo damos a quien y cuando queremos.
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